A menudo se nos pregunta por qué no somos un Colegio reconocido por el Estado, por el Ministerio de Educación, y la respuesta es muy sencilla: porque en Chile no es posible ejercer una pedagogía distinta a la que determina el Estado. Lo que se debe hacer en nuestro país en educación, curricularmente hablando, en gran medida está determinado por la reforma educacional puesta en práctica en Chile, a partir de la “Ley orgánica Constitucional de Enseñanza” (LOCE), promulgada en 1990 y puesta en práctica a partir de 1998. Esta reforma estableció lo que se conoce como los “Objetivos Fundamentales Trasversales y Verticales” y los “Contenidos Mínimos Obligatorios”, los cuales fueron revisados y actualizados por la “Ley General de Educación” (LGE), en 2009. Los OFT, OFV y CMO además de definir los contenidos concretos, fija la secuencia de ellos, es decir, qué contenidos corresponden a qué cursos. Cabe señalar que la LGE planteó la necesidad de elaborar un nuevo documento curricular: “Objetivos de aprendizaje” para cada nivel, el cual se encuentra en consulta pública (2011).
En honor a la verdad, hay que decir que la LGE consagra la libertad curricular, pero solo más allá de estos “Objetivos…” y “Contenidos…”. Es decir, cualquier colegio puede impartir lo que quiera, pero solo después de haber cumplido con lo indicado. Solo resta agregar que los así llamados “Contenidos Mínimos Obligatorios”, nada tienen de mínimos; por el contrario, son tan abultados, que prácticamente ningún colegio de Chile logra cumplirlos. He aquí la sencilla respuesta a la pregunta que a menudo se nos hace. Para tener una real libertad curricular, es decir, para trabajar nuestro currículum a partir de los niños concretos que tenemos en la sala de clase, hemos llegado a la determinación que ustedes conocen.

Es importante, para quienes leen este pequeño escrito, que sepan que en nuestra ya no tan breve historia como Colegio –este año 2021 cumplimos 38 años– hemos hecho cinco intentos por obtener el reconocimiento; en distintos momentos, con distintos gobiernos, con distintas personas y por distintos caminos. 

Y después de todo…
¿cabría alguna posibilidad de reconocerse?
Ahora bien, no todas las personas que nos hacen la pregunta en cuestión, quedan satisfechas con la respuesta dada. Algunas insisten: “Pero, verdaderamente, ¿no existe ninguna posibilidad de obtener un reconocimiento?”. La respuesta a esta pregunta ya no es tan simple, y tiene que ver con hábitos y costumbres profundamente arraigadas en la convivencia entre nosotros los chilenos. Vean ustedes, cuando un colegio privado consigue el reconocimiento estatal, queda sujeto a inspecciones por parte del Ministerio de Educación. Estas inspecciones son realizadas, naturalmente, por un funcionario respectivo, por un inspector o supervisor, quien tiene la potestad de exigir ver los Libros de Clase del colegio en cuestión. Estos Libros de Clase deben ser escritos por cada profesor del colegio, cada día de clases, dejando constancia de lo hecho por él ese día. Cuando el inspector, o supervisor, revisa estos Libros, debe constatar que lo allí escrito corresponde, tanto en contenido como en secuencia, a lo estipulado por los programas ministeriales. Él no puede exigir entrar a alguna sala mientras se hacen clases, para corroborar lo escrito; solo tiene acceso a los Libros, y a preguntas que pueda o quiera hacer a los profesores. Así pues, si lo escrito en esos Libros de Clases está de acuerdo con los programas oficiales, el colegio puede continuar haciendo su trabajo tranquilamente, hasta la próxima inspección.
Lo recién descrito nos hace rectificar nuestra respuesta; en realidad, no es cierto que no exista ninguna posibilidad de obtener el reconocimiento. Existe, y consiste en obtener el reconocimiento como si fuésemos un colegio como cualquier otro, hacer nuestra pedagogía, y de ahí en adelante preocuparse que lo que se escriba en los susodichos Libros de Clase, concuerde con lo estipulado por la autoridad oficial. Qué se haga realmente cada día en cada sala de clases, es harina de otro costal: se dice que se hace una cosa, pero se hace otra. Y es esto lo que dice relación con lo que aludíamos acerca de las “…costumbres profundamente arraigadas…”. ¿Quién puede negar que entre nosotros los chilenos, el decir una cosa y hacer otra, no constituye una costumbre nacional? Y, nueva pregunta, ¿no debiéramos, todos los educadores de este país, hacer un esfuerzo por intentar corregir una costumbre tan poco saludable? No hay duda de que este tipo de malos hábitos nacionales –en todos los países del mundo existen, y en cada uno de distinta naturaleza– solo pueden intentar corregirse desde la más temprana infancia, como proceso eminentemente educativo. Pero ello, naturalmente, exige que debamos empezar con nosotros mismos.
Validación de exámenes
Nuestra decisión, como es de esperar, nos lleva a otra pregunta: ¿qué pasa con las notas y exámenes que los niños(as) y jóvenes necesitan? Después de todo, nuestros alumnos deben tener estudios reconocidos, no puede ser de otra manera. ¿Cómo lo resolvemos? Haciendo que nuestros niños(as) y jóvenes den Exámenes de Validación de estudios frente al Ministerio de Educación. Los niños(as), a fines de 8º lo correspondiente a todos los años de la Básica; los jóvenes, lo correspondiente a 1º y 2º Medio en nuestro 3º Medio, y lo correspondiente a 3º y 4º Medio en nuestro 4º medio. En todos los casos, se acogen a la calidad de Alumnos Libres, frente a los cuales, y de acuerdo a la legislación vigente, el Ministerio de Educación debe designar el Colegio Examinador de acuerdo al domicilio del alumno(a). En nuestro caso, cada año debemos conseguir que el domicilio que se considere sea el de nuestro Colegio, de tal manera que todos(as) puedan ser examinados en una misma instancia.
El ejercicio de la libertad curricular tiene algunos costos, es una posición que puede despertar dudas en los padres que recién se acercan a nuestro colegio, pero este camino nos permiten actuar en coherencia con nuestra mirada pedagógica y el trabajo que día a día realizamos en la sala de clase.